miércoles, 31 de diciembre de 2008

Ojo con. Inquietudes..

..a partir de un texto que leí del libro "ÚLTIMO ROUND" de Julio Cortázar. El texto se llama "Salvador Dalí, sin valor adalid" y lo traspaso integramente al blog porque me gusto y me gustaría compartir la misma inquietud con los que lo lean.


Salvador Dalí, sin valor adalid

Cada uno tiene sus brújulas y sus barómetros, personalmente Dalí me ha servido siempre para adivinar el rumbo de quienes lo juzgan. Cuando quiero entender de entrada a alguien que me presentan sin mayores referencias, me las arreglo para sacar a Dalí de algún cajón del diálogo. Si me dicen (sintetizo una opinión que puede durar diez minutos): "Es un estupendo hijo de mala madre", siento que hay contacto y que todo puede andar bien. Si en cambio la respuesta se corta por el lado de: "Dejando aparte su pintura, es un ser moralmente despreciable", cierro el cajón y me despido lo antes posible porque está claro que me ha tocado aguantar a un señor bien y pocas cosas me cuestan más que eso en la vida. Aparentemente las dos opiniones se parecen, puesto que ponen el acento (más bien el remache) en una calificación moral; pero hay que estar allí, percibir el tono y las resonancias de las dos opiniones para comprender cuánto se diferencian. Que Dalí sea un hijo de mala madre contiene un eufemismo que le cae por la cabeza (otro eufemismo) a una pobre señora catalana, cuando es él quien debería recibir el ladrillazo entre los bigotes-antenas. Nadie se ha negado menos que Salvador Dalí a recibir e incluso agradecer ese género de ladrillazos; su particular infamia es la de Aretino, la de Curzio Malaparte, la de Louis-Ferdinand Céline, la de Maurice Sachs, la de Jean Genet, la de William Burroughs. Unas líneas sobre Sachs, precisamente, pueden explicar mejor esta vista de puntos, si cabe la inversión; las escribí en 1950 y reaparecen hoy entre viejos papeles:
"N. y su mujer me hablan con horror de la innoble figura de Sachs, tal como surge de Le Sabbath. Adelanto una tentativa, no de defensa (¿qué hay que defender ahí?) pero sí de prevensión contra ese desborde del asco tras del cual se adivinan los acomodos de las buenas conciencias. Cierto que Sachs es el perfecto salaud, pero mis amigos no deberían olvidar que es él quien lo admite antes que nadie. Vivimos entre vidas de mala fe, empezando por la nuestra, y pocas veces lo reconocemos como no sea en el fácil plan de: "Yo pecador, etc.", o: "Entre mis muchos defectos, etc". Sachs no cae nunca en esas perífrasis que esconden el sobreentendido de: "En fin, uno tiene sus fallas, pero en el fondo...". Honradamente sabe que no es honrado; adelantándose a una posible biografía, nos tiende su tarjeta: Maurice Sachs, canalla. ¿Qué dice tu tarjeta, N., qué dice mi tarjeta?
"Tal vez el error de N. esté en que no distingue dos planos capitales: lo que se cuenta en Le Sabbath y el hecho de que se cuente. Con Céline pasó lo mismo, o con Genet. Mucho de lo que relatan es atroz, pero su autenticidad autobiográfica proyecta esa literatura a una dimensión significativa por completo diferente de la "ficcional". Si N. habla con razón del exhibicionismo moral de Sachs, nuestra frecuentación vicaria de casos clínicos (casi siempre a través de manuales psicoanalíticos o criminológicos de divulgación, verdaderos burdeles para mirones) debería forzarnos a reconocer sui generis de que alguien se anime a asumirlos y a narrarlos sin que nos lleguen de tercera mano, mediatizados por una cochoneta y un desciframiento de sueños y parentelas. Seamos sinceros por lo menos en esta admisión: cada libro "horrible" - Le Sabbath, Voyage au bout de la nuit, Miracle de la rose - pone en crisis la entera literatura edificada sobre la moral judeocristiana, la desafía y le exige razones más valederas que el ajuste a valores perpetuamente en crisis. Frente a esas bruscas cloacas necesarias, imperiosas, los que siguen esperando de la literatura una manifestación estética de la interminable lucha entre Ormuz y Arimán, dando por supuesto que la batalla se libra a favor de Ormuz, se indignan ante el incomprensible fenómeno de que Arimán pueda aportar cada tanto un testimonio directo en vez de limitarse al contragolpe y a todas las gamas de lo negativo. Eso no se hace, un canalla no tiene derecho a ser un gran escritor; ya no se puede vivir en la ciudad de las letras, adónde vamos a parar".

Dalí, está demás decirlo, tiene tanto de Arimán como de Leonardo da Vinci o de cualquiera de esos artistas o pensadores que él pretende encarnar y, por supuesto, dejar a muchos cuerpos de distancia. Asimilarlo al Mal es rendirle un homenaje que nos valdría inmediatamente un telegrama entusiasta de su parte. La función histórica y social de Dalí es fundamentalmente socrática, pero como un Sócrates en negativo, despreocupado de todo progreso en cualquier plano. Es el mounstro, es decir esa excepción aparente que de golpe puede dejar al desnudo la mounstrosidad hasta entonces disimulada de los seres normales. Si Dalí puede ser culpado de acciones innobles (no las conozco directamente, y las que conozco de oídas no son como para escandalizarse tanto), ninguna de ellas acumula la infamia universal que deja aparentar el virtuoso coro de protestas y denuestos que siempre las acompañó. Hay contra Dalí un horror muy parecido a esa hipocresía sádica que se disfraza de horror hacia al verdugo. Dalí trepa tranquilamente la escalera, pasa la soga por el cuello de André Breton o de Pablo Picasso, y los cuelga sin el menos remordimiento. Pero entre la multitud indignada que asiste a las ejecuciones se cuentan muchos que llevan años ahorcando privadamente a Breton o a Picasso, que los han descuartizado y quemado a fuego lento en incontables mesas de café, en tertulias valencianas o parisinas o bonaerenses, pero que mandarían a guardar apenas alguien les pidiera que firmaran sus opiniones. Dalí es un nuevo Sócrates por su despiadada habilidad para poner en descubierto las falencias individuales y colectivas, y también es el Cristo por su asunsión desdeñosa de los pecados del mundo; a las imágenes positivas del sofista y del mesías, contrapone una mera preocupación mayéutica; una vez que la estupidez, la vanidad, las ideas recibidas, la tradición artística, el progreso espiritual entendido como lo entienden los burgueses, han quedado en cueros y suficientemente ridiculizados por su propia acción y sobre todo por las reacciones que esa acción suscita y favorece, él pierde todo interés en el asunto. Poco le importa lo bello, lo bueno y lo verdadero, y mucho menos lavar los pecados del mundo. No es el amigo de Alcibíades ni el cordero de Dios; es un catalán compadrito con más mañas que un caballo de circo, es un testigo del siglo, un estupendo hijo de mala madre. Cuando Federico lo elogió por poner banderines de avisos, no se equivocaba. Sus tijeras han tusado a un montón de Sansones demasiado seguros de su fuerza moral. Alguna vez, quizá, la humanidad pueda hacer su historia sin gente como Dalí; por el momento se limita a negarlo con el triste sistema del leproso que cubre los espejos de la casa. Al anagrama famoso y justo y latino, Avida dollars, yo contrapongo este otro más amable y simbólico y francés con el que me despido: Dors, Dalila, va.

Fragmentos de desvario nocturno

1
Camino por la calle y es de noche. Pienso en todo el alcohol que tengo en mi sangre, y pienso en lo común y obvia que es la figura del alcohol en la sangre, pero sigo caminando incapaz de buscar otra forma de expresar lo mismo, primero porque poco me importa y segundo porque es dificil pensar con todo ese alcohol en la sangre. La noche es cálida y mi rostro se deshace en la penumbra y mi cuerpo también. Caigo al suelo y miro hacia arriba y empiezo a lanzar preguntas que nunca responderé pero que tengo que evadir de algún modo. Evadir la vida. Hacerle el quite al gato aunque choque con el poste, y morir, pero sin antes haber atropellado al perro, pero no al perro callejero, sino el estúpido perro de casa que anda saltando de aquí-allá y que siento como un grito al oído diciéndome Mátame!. Aunque no muchos puedan entenderlo. Nadie le hace caso al borracho.

2
En realidad nunca me importó mucho el lugar, el día ni la hora, ni el tiempo ni el motivo, ni los deberes ni derechos. Ninguna de esas cosas parecen rozarme demasiado cuando la mayoría de la gente que está alrededor son idiotas. Hacer lo correcto y querer figurar a travez del camino demarcado lo siento un sueño mediocre soñado por aquellos que son incapaces de quitarse la venda de los ojos y ver y mirar por si mismos lo que está pasando alrededor y con ellos mismos. Nunca me han importado demasiado esas cosas porque la realidad es confusa y aquello no es más que espejismo y la realidad me sabe a irreal y a falso y a engaño. No se porque, pero la vida de todos la luchan un par de personas y el resto no son más que animales, ganado, manada, idiotas que esperan que alguien les diga lo que tienen que hacer y abriendo la boca de par en par intranquilos hasta que alguien les mete un dedo y lo maman satisfechos.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Inconformidad

la clase de gente como yo siempre escucha a la vida que nos grita al oido: ¡te estoy esperando!, como si lo que tienes ya no tuviera valor alguno, el miedo a comprender que la vida es eso por donde caminas y no eso que soñe, sino que este puto y triste mundo. Una mezcla de nostalgia y algo mas.

sin nombre

las ciudades se incendiaban
y la gente seguia caminando

murieron los martires
y la gente veia television

torturaban a tu madre
y la gente yacia acostada

la gente moria
y la gente caminaba sobre ellos

preparaban la soga
y la gente se sacaba la camisa

animales comian tu piel
y la gente compraba lo ultimo en moda

me mataste!
y yo permaneci sentado

martes, 2 de diciembre de 2008

Dime tú

¿cómo poder comprender que el mundo se mueve en distintos espacios?. ¿Cómo vivir pensando que para hacer X existe un espacio X, para hacer Y un espacio Y, y así sucesiva y respectivamente?. Que no se puede hacer esto, que tienes que hablar con respeto, que con tus amigos si pero aca no. Y entonces esperamos eternamente el momento de poder entregarnos al espacio aquel que nos hace feliz, ¡pero ahora no es tiempo para eso!, ahora el esfuerzo y la resignación y la mirada gacha y la responsabilidad y la aprobación ajena, que después habrá tiempo para lo otro. Un tiempo después que es nunca y un espacio que ya no parece real sino que se va volviendo una verdad dialéctica y metafísica, un ideal y solo un ideal, y terminamos por aceptarlo y llorando pero conformes con todo nuestro orden. No es que si elegimos otro camino, si vivimos en todos los espacios o eligiendo el espacio poco visitado vayamos a ser felices pero.
Siempre hay peros y ese es el problema, si tan solo pudieramos desligarnos y botar a la basura aquella parte de nuestro cerebro que nos hace quedarnos quietos ynmóviles, pero talvez es así como tiene que ser, para que las cosas obtengan valor y que valgan la pena, además que en otro caso probablemente yaceriamos muertos, nosotros muertos, o más bien innacidos, en el lugar intangible, incomprendible y por qué no inexistente donde aguardabamos la vida para.
Para, para, aguardar la vida para, ¿para qué?, para hacer algo y tener un propósito, ¿qué falacia hizo posible que tuvieramos un para y un porque? Parece que intentamos vivir dandole forzadamente un sentido a nuestras vidas, cuando en realidad ni siquiera sabemos si existimos como unidad, como esencia de nosotros. Hay tantas personas como formas de ser tenemos, y este pensar que somos alguien nos hace engañarnos y juzgar. Porque al estar con el me senti pasado a llevar, y la unica verdad es que no fuiste capaz de escuchar tu voz, y eso es lo que te molesto de el, en cambio aquella era diferente, no te sentiste deforme, sentiste que toda tu experiencia tomaba una dirección, y esa dirección eras tu, pero eras tu porque te sentias bien siendo aquella dirección, que lo que expresabas de distintas maneras de manera tan coherente significaba algo por sobre la molestia de lo que pudiste dar o no dar antes. Y entonces juras que hay un camino que debe imponerse al otro lo que significa intolerancia. La fuerza necesaria para poder seguir eso que llamas destino pero que solo es incomprensión o mal-comprensión de lo sucedido, que te permite seguridad y ya no más peros, que no es otra cosa que la necesidad de imponerse, y sentirse arriba en alguna jerarquía que me parece intolerancia.
Pero ahora, ¿qué vendría a ser eso que he nombrado?, ¿qué significa la intolerancia?, y así podría seguir toda una noche tomando prestado esta forma de pensamientos que evidentemente no es mia, y escribirla o si no no es pensar, al menos escribirla. Así hasta que deje a un lado la necesidad de trascendencia para perderme en lugares comunes y acciones mil veces hechas para.